¡QUE NO SE OLVIDE, QUE NO SE REPITA! 12 AÑOS EXIGIENDO VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN
   
  MESA HOMENAJE A MAPIRIPÁN - 12 AÑOS
  MEMORIA Y VERDAD HISTÓRICA
 

“Sólo tiene derecho a encender en el pasado la chispa de la esperanza aquel pueblo traspasado por la idea de que ni siquiera los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo no ha dejado de vencer”

PRIMERA MASACRE DE CAÑO SIABO: 3 DE JULIO DE 1988

No resulta claro y es aún más extraño que en la Democracia “más estable de América”, aquello más importante que ella misma, porque la legítima, sea lo menos respetado y lo más violado: el derecho a la vida. La siguiente evidencia, son apenas tres ejemplos, de una democracia mantenida sobre miles de muertos y desaparecidos, muchos de los cuales pretendieron contribuir a esa misma democracia, cuyos ostentadores prefirieron sacarlos del camino, por eso, su sacrificio es una aporte al país, a sus familias, a la sociedad y definitivamente, para siempre a la humanidad[1].

El domingo 3 de Julio de 1988, un grupo de 18 pobladores de El Castillo salieron en un vehículo de servicio público hacia Villavicencio, a los pocos minutos en el sitio conocido como CAÑO SIBAO, en la vía que comunica los municipios de El Castillo y Granada en el departamento del Meta, un grupo de “civiles” armados de la estrategia paramilitar encubierta, bombardearon el vehículo, le lanzaron varias granadas y dispararon en repetidas ocasiones asesinando a 17 campesinos, entre hombres, mujeres y niños, sobreviviendo tan solo una niña de 8 años de edad.

En el libro “Ceder es más terrible que la muerte”, Josué Giraldo testimonió: “Los sicarios se informaron que él (el alcalde electo Manuel Salvador Mazo Correa) salía en ese carro y llamaron a Granada para describirle al grupo paramilitar el carro en el que viajaba el alcalde. Por razones de su trabajo éste no pudo tomar el campero que había anunciado, sino que se fue en el siguiente. Cuando el primer carro llegó a Caño Sibao lo bombardearon, le lanzaron granadas y fusilaron a sus ocupantes. (...) la masacre era un operativo coordinado con el ejército y se evidenció cuando a los cinco minutos de los hechos, el comandante de la VII Brigada, Harold Bedoya Pizarro, produjo un comunicado atribuyéndole la matanza al XXVI frente de las FARC, con el objetivo de encubrir a los verdaderos autores y desprestigiar a la guerrilla”.

Uno de los miembros de la estructura criminal que ejecutó el hecho, fue reconocido por los pobladores como Wilson Quimbaya, y contribuyó, sin saberlo, en la muerte de sus padres, Neftalí Quimbaya y Soledad del Carmen Cárdenas, y su hijo de 5 años, Wilson Elexis.

El 3 de abril de 1989, se entrega al DAS uno de los paramilitares que participó en la masacre, William Góngora Sierra. Al siguiente día capturan en Bogotá a Camilo Zamora Guzmán alias “Travolta”. Ambos confesaron ser parte de la estructura paramilitar dirigida y financiada por Víctor Carranza Niño, ambos reconocieron su participación no solo en la masacre de Caño Sibao sino en decenas de asesinatos y desapariciones forzadas contra simpatizantes, militantes y dirigentes de la Unión Patriótica. Los dos paramilitares también revelaron la connivencia y aquiescencia de funcionarios de organismos de seguridad del Estado, algunos de los nombrados en la declaración de Camilo Zamora son: “un coronel de apellido Rodríguez, de la VII Brigada, un sargento de apellido Martínez, del B-2, un mayor de apellido Aldana de Melgar, de la Brigada X, un Capitán Castillo de Bogotá a quien Carranza le pago diecisiete millones de pesos para sacar cuarenta salvoconductos de treinta y seis pistolas nueve milímetros y cuatro ametralladoras UZI...”

En las investigaciones posteriores a la masacre, se pudo establecer que entre los autores se encontraban: “Arnulfo Castillo o Hermes N. alias “Rasguño” (Teniente retirado del Ejército), “Puntillón”, los hermanos Silva, paramilitares de El Dorado, que luego de la masacre se refugiaron en el Batallón XXI Vargas en Granada”.

Víctor Carranza Niño, “fue acusado de la masacre de Caño Sibao (1988) y de 18 procesos más y la Fiscalía lo detuvo. Fue juzgado, pero al final salió exonerado con el argumento de que tales crímenes -sentenció la Juez Cuarta de Villavicencio, “eran imposibles de cometer por algún ser humano”. Se le acusaba también de dirigir en la región el genocidio de la UP en colaboración con altos mandos militares como el general Gil Colorado”.

A pesar de la evidencia probatoria lograda, el 18 de mayo de 1990, la Juez Cuarta de Orden Público, Marcela Fernández Carvajal, falló absolviendo a la totalidad de los implicados, tanto a quienes estaban detenidos como a quienes habían sido declarados reos ausentes.

Han pasado 19 años de total impunidad, no solo se absolvió a los sindicados sino que nunca se investigo a los militares que por acción u omisión participaron en la masacre. Los 19 años de impunidad de este crimen garantizó que se repitieran estos hechos una y otra vez. En el mismo lugar cuatro años después se cometió otra masacre en similares circunstancias.

Si pretendiéramos acabar con el modelo democrático, en una sociedad democrática, con estos argumentos sería muy difícil mantenerla en pie. 
 

SEGUNDA MASACRE DE CAÑO SIBAO: 3 DE JUNIO DE 1992

El miércoles 3 de junio de 1992, en Caño Sibao, zona rural de Granada (Meta), paramilitares asesinaron a cinco militantes de la Unión Patriótica, del Partido Comunista Colombiano e integrantes de la administración municipal de El Castillo, Meta: María Mercedes Méndez de García, alcaldesa saliente; William Ocampo, alcalde entrante; Rosa Peña , tesorera municipal; Ernesto Sarralde, coordinador de la UMATA y, Armando Sandoval, conductor. Esta masacre hace parte del genocidio político contra la Unión Patriótica y el Partido Comunista, organizaciones que entre 1985 y 1996, sufrieron el asesinato y/o desaparición forzada de más de 3.000 de sus militantes, el 30% de los cuales, en los departamentos de Meta y Guaviare. Sobre estos crímenes el sistema judicial no ha esclarecido siquiera la verdad, permanecen en la impunidad y los victimarios gozan de libertad. 

En el Meta, los victimarios y beneficiarios del genocidio contra la Unión Patriótica, el Partido Comunista y las organizaciones sociales y lograron consolidar un proyecto económico, político y de control social, contrario al que soñaron y lucharon por construir María Mercedes, Rosa, William, Ernesto y Armando, junto con muchas/os otras/os que hoy reclaman nuestra esperanza viva. En medio de la estrategia del miedo y del terror, persisten semillas de memoria y dignidad, que la población campesina de la región elabora a través de sus recuerdos; memoria clandestina en pasillos, cocinas y entre los cafetales; memoria que pasa tímidamente a las nuevas generaciones a través de mitos y leyendas; memoria que nunca podrán asesinar, que nunca podrán silenciar; ¡memoria que vive y está susurrando cada vez mas alto!

Por eso, el tres de junio hicimos memoria, caminamos cerca de 700 personas y gritamos en  consignas sus nombres, sus obras y exigimos con fervor justicia y verdad en actividad que se hizo hasta las 6 de la tarde de aquel inolvidable domingo.
 
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